Prevaricación vetusta de distancia infranqueable
dictóme el oráculo de la vida.
Placer exultante como locura magnánima,
necesidad desesperada es tu cuerpo.
Un magnetismo eterno me entrega
el vaivén de tu cintura;
ondas inconclusas te rondan,
te es imposible llegar a mi rivera,

falta un puente;
tal vez un trasbordador.

Tengo manos,
pero no puedo tocar el calor de tus mejillas.
Mis sedientos labios
no pueden juntarse con los tuyos;
el frío separa nuestra cálida pasión.
Me atraes y yo a ti,
pero desde lejos seguiremos;
viviremos así esta absurda ilusión.
¿Besarte terminará esta adicción?

Baila conmigo a la distancia;
sueña conmigo en la instancia
privada de tu placentero dormir.
Cortéjame con tu indiferencia
tierna que me llama desde lejos.
Admírame en la lectura de mi decir;
ignórame en el parlamento
de mis inagotables locuras.
¿Estar lejos me hace pensar en ti?

Me estoy acercando a ti;
me tropiezo cuando estoy
apunto de tocarte.
¿Será que no quieres besarme
o me asusto porque puedas rechazarme?
¿Será que lo único que quieres
es la ilusión de la distancia?
¿Cómo puedo saber qué debo hacer?
¿Qué debo decir frente a la ribera de tu ser?

Por ahora me invitas
a tomar tu pelo desde lejos con fuerza,
a pensar en interminable pasión;
excitación cubierta de rojas sábanas.
Quieres disfrutar de un café
con mis deseo;
yo del alcohol que me emborracha
con tu alma y cuerpo.
Quieres mirarme de cerca nuevamente,
continuar esto por siempre.
No deseas frenar esta enloquecedora magia;
fusión a la distancia silente,
libídine desnudo de placer.

(pág. 171-72, del “Capítulo: Amores de contrabando”)