Fuimos el perfecto eclipse de pasión;
tú el sol que me da vida para existir,
yo la luna que ilumina tu alcoba,
el manantial de placer con luz apagada,
el mejor abrazo compartido al amanecer;
la mejor canción de amor.

(Poemario 2, pág. 167, del “Capítulo: La princesa terrícola y el alienígena risueño”).