Soy el cometa que recorre
la eterna órbita de tu cintura;
la semilla cósmica de tu ser,
semilla que florece rodeada de caricias
cada amanecer;
el océano de tu soledad,
las olas que rompen en el litoral

de la compañía.
Soy el condimento de tu alegría,
el incienso de tu melancolía.

Soy un astronauta viajero
por la constelación de tu cuerpo;
aplanétida colono
en los lirios de tu alma;
el alfarero que modela tu humanidad
a punta de trastornados besos;
el perfume de miel tostada y nuez
que humecta tus pechos en la ducha;
el ludópata de tu azar,
el adicto de tu jadear.

(pág. 135, del “Capítulo: Amor perpetuo”)