—Profesor…
—Dígame estimado alumno.
—¿Por qué cree que los jóvenes estudian si no les gusta?
—Por la estupidez que se le enseñó a este país: la famosa “movilidad
social”.
—Ah verdad, todos pretenden ser algo en la vida o ser más que sus
padres.
—Esa es la principal estupidez, todos son algo, y eso de ser más, alude
concluyentemente a tener más cosas; deprimente.
—O sea profe, ¿los jóvenes estudian mayoritariamente para estar por
sobre el resto que no lo hacen?
—Exacto, incluso para estar por sobre sus pares; eso es absurdo. Gente
que nunca ha pasado por una Universidad es millonaria, y muchos que estudian
son “cesantes ilustrados” a la fuerza, no por que quisieran, sino porque
se les obligó a pensar así.
—Como que le encuentro sentido a lo que me dice; a mis amigos no les
interesa nada, solo salir luego y ganar plata…
—Cualquiera en la actualidad puede ser autodidacta, pero los menos
toman un libro por iniciativa propia… todo el mundo está automatizado.
—¿Entonces que aconseja profe?
—Nada, sigue respirando y disfruta de la estupidez humana.
—No, de ningún modo, esto hay que cambiarlo.
—¿Qué harás entonces?
—Recorreré el mundo con mi guitarra entregando alegría.
—¿Y qué cambias con eso?
—Todo; si no me gustaba estudiar no lo voy hacer por imposición social,
además, no quiero ser ingeniero, quiero cantar, que los demás sigan en la
imbecilidad del sin sentido… yo me mudo a la sintonía de la alegría.

(Págs. 241-42, del “Capítulo VI: Trova surtida”)